03 abril, 2017

GRACIELA BORAU SE ENCUENTRA CON LA SENCILLEZ Y LA NOBLEZA DE "MANOLÍN"ÁLVAREZ

"¡Que paz profunda en este rostro, que bondad...!"

▪️La ingeniosa dibujante argentina de la sonrisa, Graciela Borau, ha conseguido devolvernos toda la sencillez del gran Manuel Álvarez Álvarez "Manolín" como para decirle al pasado que nada se olvidó, que todo está allí como la historia fulgurante de los 100 años de radio de su obra inmensa en Cuba. 
Foto de Iván Cañas (Caibarién, Cuba, años 70)
UNA MIRADA CON EL LÁPIZ DE BUENOS AIRES A CAIBARIÉN 

DE niño, allá en su aldea asturiana, Manolín fue como todos los niños de su tiempo, ingenioso, indiscreto, travieso y voluntarioso. Así era Manuel Antonio Álvarez Álvarez (Santiago de Ambás, Carreño, 1891—Caibarién, Cuba, 1986). 
Era de los buenos y enérgicos Manolín; de esa clase de niños que no se les ha dicho vaya y ya han vuelto. Lo fue en su niñez española y hasta el final de sus días en Cuba.

Todas esas virtudes juntas, las acabo de leer en este magistral retrato del señor, el consejero y el amigo, colgado hoy en mi muro de Facebook por la ingeniosa dibujante argentina de la sonrisa, Graciela Borau, y con la que ella ha conseguido devolvernos toda la sencillez y la nobleza de Manolín.

Cada vez que Graciela pinta, tiene un trazo más fino y más perfecto. Tal vez ya lo tenía desde que empezó en el oficio. A medida que sus obras fluyen, sus trazos destellan finura y perfección. 

Le iba a pedir un retrato de Manuel para ilustrar una posible segunda edición del libro de su vida, y desde hoy, afortunadamente ya lo tengo conmigo.

La adoración de Graciela son sus hijas y sus amigos; y dibujarlos, tanto a unos como a otros, se ha convertido en su mayor pasión. Sus hijas —tal como Graciela esposa— viven orgullosas de su papá, Carlos Sprovieri, de quien heredaron todo el amor para hacer actos de bien.

Así es también Graciela Borau, un ser amable, con pulso siempre decidido para dibujar, se lo pidan o no, pero siempre con una disposición suprema para hacerlo. Quizá por eso, casi a diario le saca muchas sonrisas a los argentinos y a sus amigos de todo el mundo. Hoy lo hizo con Manuel. 

Graciela no hace un dibujo sin antes detenerse en la vida de cada personaje y todo su pasado, como lo hace últimamente con los amigos de sus hijas y de sus amigos, como lo ha hecho varias veces conmigo. Graciela consigue retratos clavados de sus personajes como consecuencia de una profunda observación de sus "modelos" como ella llama a las imágenes perfectas que llenan sus bocetos o como la ve su propia hija Silvia: "Y lo que no se plasma en lápiz y papel, lo genera como suspiros de satisfacción con alguna frase que a veces exclama: "que ojos bellos", "que paz profunda en este rostro", "que bondad..."

Cada vez que Graciela hace algo nuevo, yo me digo, sin que ella lo sepa: otro legado para la inmortalidad de su obra, porque podrán pasar mil cosas en el amplio espacio de su día a día, pero siempre que pinta esta ingeniosa mujer, se está asegurando una pauta mas de la inmortalidad.

Graciela Borau, artista argentina afincada en Buenos Aires, que antes que todo es madre y amiga, es insuperablemente original, porque como diría el gran Borges, "lo interesante, lo original, sería que alguien lo amenace a uno con la inmortalidad." Y resulta que Gabriela, tal vez no comprenda lo suficientemente inmortal que está haciendo al más insignificante de sus personajes cada vez que se pone a pintar. Se lo está haciendo ella misma. Se lo hizo hoy al gran Manuel Álvarez Álvarez "Manolín". Ha confrontado toda la sencillez y la nobleza de un hombre como para decirle al pasado que nada se olvidó en él, que todo está allí como la historia fulgurante de los 100 años de la obra inmensa de Manuel.  
En el retrato que hoy le hizo husmeando en las imágenes de su recuerdo, mi artista amiga vuelve a fascinar con ese particular poder de hacer obras llenas de vida y atrapar la mirada del lector.
Hoy ha retratado a Manuel "Manolín", tal como es: profundo en su reflejos y lleno de sencillez. Lo digo yo que conocí las caricias del profesional que amó a su medio como estoy conociendo a Graciela también, esa mujer inmensa del silencio y la paciencia que cada vez que empalma el lápiz o el pincel explaya todo su genio sobre el papel.

Gracias, Graciela. El de hoy, ha sido otro retrato perfecto, genial. Has dibujado el rostro perfecto de mi entrañable y siempre recordado Manolín. Solo tus manos y tu trazo son capaces de trasladar toda la sencillez y la humildad de uno de los seres más extraordinarias que he conocido. 
Gracias, en su nombre y en el de su familia, que también sabrá agradecértelo.
Gracias amiga y gran artista, porque todo lo que haces es para felicidad de los demás.

SILVIA SPROVIERI SOBRE SU MADRE
«TODO lo que hace mi madre, lo saca justamente desde esa nobleza de espíritu cargado de bondad que materializa y comparte con sus  afectos construidos y se traduce en los trazos de esas manos, que nosotras (sus hijas) como privilegiadas, muchas veces vemos trabajar en su origen, desarrollo, final o retoques.... sombreados...

Y lo que no se plasma en lápiz y papel, lo genera como suspiros de satisfacción o muecas clavadas en cálida sonrisa, pero siempre concentrada en el dibujo, con alguna frase que a veces se desprende al aire como "que ojos bellos", "que paz profunda en este rostro", "que bondad", "que angelito!"... Y es lo que le da el touch de brillo del alma que queda en cada obra y que la hace tan única.»
▪️Silvia Sprovieri Borau, Buenos Aires, abril 2017


MANOLO ÁLVAREZ JR. SOBRE SU PADRE Y EL AUTOR

«Siempre acababan regodeándose como dos seres emponzoñados por la gran historia que contaba»
«Cuando la política oficial (en Cuba) era otra, Jesús abanderado de la verdad, hizo su tesis de grado con el tema de mi padre, con quien pasaba mucho tiempo hablando. No creo que nadie,  incluso nosotros sus hijos, puede hablar de la historia de mi padre como Jesús. 

Fue en 1982, cuando sumergido en su vejez, el oficialismo cubano le reconoció, por fin, el mérito por el que mi padre se esforzó toda la vida. 

En su primera casa de Caibarién, reza la inscripción: “Desde este lugar trasmitió en 1917 Manolín Álvarez las primeras señales de radio de Cuba”. 

El relato de la vida que llevó mi padre ('Crónicas del Caribe', Stella Maris), salva en las manos de su autor un episodio marginado de la historia.

Eran los primeros meses del año 1990, cuando me hablaron por primera vez de Jesús Díaz Loyola, un joven que estaba por graduarse de Licenciado en Periodismo. “Un vivaz muchacho”, según mis hermanos Emma y Nelson, que empezó a ser habitual en casa, sosteniendo conversaciones con mi padre acerca de la Radio, único tema apasionante para Manolín. Jesús acabó convirtiéndose en el principal difusor de su vida.

Mi padre no era hombre de abrirse a nadie tan fácilmente. Sin embargo,  a Jesús le dedicaba horas y horas de su tiempo, atrapado por la sorpresa de su interés por las viejas anécdotas. Siempre acababan regodeándose como dos seres emponzoñados por la gran historia que archivaba, y que de manera locuaz el autor fue capaz de recoger, dejando que mi padre soltara su testimonio, desvistiera la historia y transitara por su pasado.

¿Qué  le había inspirado de este jovencito  para  hablarle de su vida y su gran pasión?

Con 18 años, Jesús se arrimó a mi padre, y la Tesis de Grado “Génesis y fundamento del pionero de la radio en Cuba” fue, nada menos, que el apunte exacto del esencial papel de Manolín Álvarez como embrión de la radio en Cuba.

Después de más de 30 años de no oír su voz, los ojos se humedecen”. 
▪️Manuel A. Álvarez Casado, Miami, abril 2017

http://www.carnecruda.es/2015/03/31/manolin-alvarez-el-asturiano-que-monto-la-primera-radio-en-cuba/

◼️Manuel Álvarez, padre de la radio en Cuba:

«Confieso que jamás defraudé mis raíces, y aquel viaje que me cambió los destinos, valió la pena. Por eso lo cuento, porque no guardo rencores por nada, aunque sí he sentido siempre un remordimiento profundo por España.»
(«Crónicas del Caribe»/ Stella Maris, 2015)

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